miércoles, 10 de abril de 2013
Los motivos que solo la magia entiende
Era un gato feo. Como todos los días, se estiró después de un largo sueño. Primero la cabeza hacia atrás luego la pata delantera derecha, luego la izquierda y por último se levanto y arqueo el lomo y así arqueado se quedó varios segundos.
Después se acercó a su cuenco de agua, la olió y bebió un poco.
El sol estaba radiante, era raro, no había parado de llover en semanas, pero hoy por fin, podría salir a tomar el aire fresco de la mañana. Miró hacia la ventana y sus pupilas se volvieron diminutas, mas con paso sereno, caminó hacia ella.
Conocía cada recoveco de su hogar, se había ocultado en los escondites mas insospechados, había afilado sus uñas en el sofá rojo, en la silla negra, en los marcos de cada puerta, no había un lugar que él no conociera a la perfección.
Pero de pronto un olor extraño le hizo despertar su curiosidad, dejando para más tarde su salida matutina, trepó ágil como felino que era hacia la mesa.
Había algo nuevo allí ignoraba que era, no la había visto antes, pero desprendía buen olor, no, no olía a comida... era otra cosa, así que fue a investigar.
Se sentó a su lado, la miraba curioso, observándola... pensaba: "parece que no se mueve". Tras unos segundos y algo inseguro, acercó su pequeña garra, con las uñas aun recogidas. Cuando estaba a punto de rozarle la retiró, como si de antemano ya esperase que su hallazgo le lanzara un mordisco... pero no pasó nada, así pues, volvió a acercarle la patita y muy lentamente la rozó... y no hubo respuesta. Éso lo hizo sentirse más seguro y el siguiente paso fue empujarla un poco con un movimiento seco y rápido .. nada, no pasaba nada.
Se había convencido, no era peligrosa... pero... ¿qué era?
No había visto algo así antes. El era un gato de tejados. Esa cosa olía bien pero no era comida, tenía colores y muchas formas pero no se movía, le tenía desconcertado.
Entonces decidió ponerle la pata encima... y algo se le clavo causándole un dolor leve pero que lo asustó haciéndole saltar como un muelle y salir corriendo.
-¡Ay, no me pises!- gritó la rosa
El gato la miraba de lejos... asombrado.
-¿Qué eres?- Le preguntó el felino
- Soy una rosa... ¿y tú?
- Yo soy un gato.
- ¿Y por qué me pisas?
- No parecía que te molestase, ¿por qué me has pinchado?
- Ha sido sin querer, te has pinchado tu solo.- Se disculpó ella.
- Yo no te saqué las uñas- Se quejó él.
- Yo no puedo meter mis espinas.- Contestó la rosa.
Aunque no es tan fácil ganarse la confianza de un gato, por motivos que solo la magia entiende, el gato volvió a subirse a la mesa y se sentó al lado de la rosa. La miró y quiso salir a pasear con ella.
- ¿Vienes fuera?, podemos jugar a cazar pájaros, tumbarnos al sol, correr por los tejados...- se animó a decir.
- No puedo moverme, no tengo como, pero me gustaría mucho.- Le contestó ella apesadumbrada.
- Yo podría llevarte.- Se ofreció, pues era un gato feo pero muy servicial.
- Pero te pincharías, en cambio, podrías ir tú y contarme que se siente.
Y así fue, el salio de un brinco por la ventana a vivir la mañana deliciosa y ella se quedo tendida en la mesa, sola y pensando que el gato no volvería. Durante la espera, a la rosa se le desprendió una pétalo el mas externo. Es la forma que tienen de suspirar las rosas, en cada suspiro pierden uno.
Y de pronto de un salto apareció y subió a la mesa donde estaba la rosa.
-Ya estoy aquí.
- ¡Has vuelto!- Se alegró sorprendida.
- Claro. Como me hubiese gustado que vinieras, el sol calentaba y la brisa mientras corría de lado a lado me daba en la cara, han salido caracoles y paseaban en familia. Cientos de pájaros picotean semillas y se posan en los balcones a cantar el himno de la primavera. Se oían toda clases de sonidos, niños, perros... todo olía a vida.
- ¿Como huele la vida?- Preguntó la rosa.
- Mmmm ... no se explicarte, a hierba verde.- meditó el gato.
Y la rosa perdió otro pétalo con su suspiro.
- ¿Qué te pasa, rosa?
- Tengo sed, ¿me traerías un poco de agua para refrescarme?
- Pero... pero... pero..., yo tengo miedo al agua. ¡El agua moja!.
- Lo entiendo, no pasa nada, puedo aguantar.
Entonces el gato tuvo la idea de llenarse la boca de agua y así lo hizo, ágilmente bajo de la mesa y se acerco a su cuenco de agua, se lleno la boca y corrió hacia la rosa vaciando el liquido encima de ella.
- ¡Qué fresca!, gracias. Ojala pudiera estar dentro.
- Lo siento, eso no lo puedo hacer, mojarme es algo que no me gusta nada, me aterra.
Y así quedó la cosa.
Pasaron la tarde juntos. La rosa le contó que venía de un jardín muy hermoso y muy lejano donde todas las flores eran bonitas y venían importantes insectos de todo el mundo a probar su néctar y a cargar su polen. Por la mañana bien temprano, el sol las cargaba de luz y las hacia abrirse para enseñar sus bellos colores que las mariposas copiaban para sus hermosas alas. Por la noche el agua las refrescaba dejándole hermosas gotas en los pétalos que las hacían brillar como adornadas de diamantes. "Era el jardín mas precioso del mundo, nuestro perfume alcanzaba kilómetros y kilómetros y todas las mujeres bonitas venían a admirarlo y se soltaban el pelo para que el aroma lo impregnara" le contaba.
Es raro que un gato sepa de esas cosas pero, por motivos que solo la magia entiende, así sucedió.
El gato se fue a la cama pensando en la rosa, deseando que llegara el día siguiente para que ella le contase cosas nuevas y la rosa se durmió pensando en el gato, deseando que mañana volviera para contarle que pasaba ahí fuera donde el resto del mundo vivía... pero... dudando que lo hiciese, porque ella sabia que un gato no entiende de rosas y seguro que tenia muchas mejores cosas que hacer.
A la mañana siguiente el gato no se desperezó, directamente al abrir los ojos no le preocupaba que día hacía, no importaba si sol o lluvia y ni siquiera tenia sed... salió corriendo en busca de la rosa.
Y allí estaba ella, tumbada en la mesa esperándole.
- ¡Buenos días rosa!- La saludó animado
- ¡Hola gato!
Estoy segura, que jamás de los jamases visteis una rosa cortada tan viva, ni un gato feo tan hermoso, por motivos que solo la magia sabe, hay veces que el mínimo detalle, transforma las cosas malas en cosas buenas.
Aquella mañana el gato volvió a salir a su paseo matutino, pues el día aunque nublado, tenia cosas bellas que ver, para luego, contárselas a la rosa.
La rosa en cambio, se quedo esperándole recordando el lugar de donde ella venía para así contarle con mejor detalle al gato... si volvía... lo maravilloso y mágico que era su mundo.
Mientras lo esperaba, se le acerco una hormiga que venia de expedición. Estaba la rosa tan ensimismada en sus pensamientos que la hormiga la creyó muerta y corrió a su hormiguero a avisar a las demás.
Cuando el gato llegó animado y deseando contarle todo lo que había visto, se encontró a la rosa poblada de hormigas.
- ¡Dejadla!- Ordenó como todo un héroe que era el gato.
- Por favor méteme en el agua, me comerán.- Le suplicaba la rosa
- Pero yo no puedo, tengo miedo al agua...- Casi gimoteaba.
De pronto el gato se dio cuenta de que hay miedos que solo se superan cuando hay un terror mayor... y temió de tal manera que la rosa pereciera que cualquier otro temor se esfumó.
Corrió hacia su cuenco de agua y lo arrastró y arrastró hacia la mesa, el agua le salpicaba la cara, las patas... y el ni lo sentía. Cuando consiguió con su empeño llegar hasta la mesa, estaba todo mojado y dio un salto subiéndose a la mesa y con su pata y sus uñas escondidas empujó a la rosa cayendo ésta al cuenco del agua.
La rosa no había visto jamás un gato feo y mojado mas valiente.
El gato no había visto jamás una rosa comida por hormigas mas hermosa.
Y por motivos que solo la magia entiende, dentro de ese agua la rosa fue inmortal, y, el gato, tan solo por no dejar esperando a la rosa y que pensará que no volvería, jamás dejó, que la parca se lo llevará.
Y aun puedes verlos, los dos en la ventana... contándose sus cosas.
Todos esperamos a la muerte, pero algunos, mientras lo hacemos... buscamos la magia y a veces... hasta la encontramos.
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