miércoles, 18 de noviembre de 2015

Robando a Eros



Era una tarde como cualquier otra, la orilla borraba pisadas y corazones en la arena. Las gaviotas picoteaban desechos de vidas olvidadas ya, el pasado pasa, es inevitable,   y siempre hay quien gane... las gaviotas... y quien pierda.
Yo me quedé allí sentada, mirándolo todo borroso... de esos días que los parpadeos no sirven de nada, intentando parar el tiempo, como cuando se paraba en los momentos felices... pero caí en la cuenta que ese reloj mágico solo lo tiene Eros.

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