jueves, 20 de diciembre de 2012
Cuento de una flor y un astronauta
Estaba sentada la muchacha con los ojos tristes sobre un banco en el parque, a la sombra, ya que era un caluroso día de julio y el aire no corría ni paseaba por allí.
Llevaba un vestido fresco, verde esperanza, que le sentaba tan bien, que parecía parte de la naturaleza, una hoja más caída del manzano del paraíso o una flor, sencillamente.
Sostenía entre las manos, pequeñas y delicadas, un gran libro que contenía las historias que ella hubiese querido crear pero, que se conformaba sólo con leer... y vivir en el reino de sus fantasías.
Jamás levantaba la mirada. No importaba que un mimo le escenificara una pelea entre D'Artagnan y Richelieu... o... la llegada del hombre a la luna con pasos lentos y cara de asombro. No importaba que los niños corretearan tras las palomas, levantando el polvo del camino de las baldosas amarillas... ni que le soplaran pompas... No importaba que las mariposas se le posaran a hurgar en su néctar, como una flor que era. Ella, jamás... levantaba la mirada.
Iba caminando el muchacho por la calle, con una esfera gigante de gomaespuma, blanca, tan enorme era... que no se le veían los pies, ni el último pelo de la coronilla. Caminaba entre desequilibrios, zigzagueando a la izquierda... titititi, zigzagueando a la derecha... y... tras encontrar un poco el equilibrio avanzaba dos pequeños pasos.
No puedo contaros cómo era físicamente porque la gran esfera lo cubría todo y no lo vi de espaldas, pero, sí puedo decir que era el más voluntarioso de todos los niños, jóvenes muchachos, hombres y ancianos de toda la vía láctea, porque persistía y persistía en que su gran bola, no cayera.
La gente lo miraba burlona, tratándolo de loco o de artista de circo ambulante... más bien de loco, la gente es así, no entiende de cosas importantes, de grandes detalles envueltos en locura.
Se reían de su lento avanzar, de su cansado esfuerzo por mantener la ilusión intacta hasta el destino. Alguno incluso, se cruzaba para estorbar y deslizaba el pie como un casual para que tropezara...
Pero, cuando la ilusión tiene corazón, pulmón, manos y pies para caminar... no hay obstáculo que consiga que tropiece e impida que llegue a su destino. Al parque.
Y entonces ella levantó la mirada... y él, le regaló la Luna.
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