Ay... me regalaste un trébol de cuatro hojas,
a primera hora del primer día,
envolviendo el momento,
con un llamativo papel de caramelo.
Ay... lavaste mi cara tiznada,
sucia de melancolía...
con una sonrisa de regalo de reyes,
con un conejo apareciendo de un sombrero.
Ay... gracias por el divertido paseo
en el carro de los helados,
y también, por encender,
mi parada fábrica de suspiros.
Ay... te lo pago todo... y aun te debo,
con millones de besos susurrados
y la mágica melodía de timbales
acompasado son de mis latidos.