Hoy de nuevo he visto,
casi a mi alcance,
la tableta de chocolate.
La tenía tan cerca que hasta podía olerla.
He acercado arrastrando la banqueta para auparme
y la he acariciado con la punta de los dedos.
En ese momento se me deshacen las manos,
se me derrite la boca y huyen las piernas...
Que absurdo mi corazón subido en la escalera,
haciendo malabares,
deseo funambulista que se escapa de la ocasión...
¡arg! que amarga la noche...
jamás temí a las caries y...
¿cuál es el temor que nos separa?