Era el sonido de sus pulseras,
piedras rojas.
La gitana agarraba mi mano,
intentando descifrar mis lineas tan ambiguas.
Manos sordas de oír telediarios en horarios infantiles.
Me miraba con el rabillo del ojo muy pintado,
balanceando las monedas de su pañuelo
con el desden de su frente,
sudorosa y fruncida...
Yo imaginaba muertes
contadas por corbatas parlantes.
Ahora sufre insatisfecha por su advertencia.
Se quita sus alhajas de fuego
y me las coloca tapando mis venas abultadas...
lo impregna todo con su perfume caro.
No sufras adivina, las verdades duelen,
pero yo tengo una verdad que no es esa.
La verdad es ambigua como las lineas de mi mano.